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Terapia de Choque de la Magia

Hilos enredados

Hay una cierta paradoja intrínseca al paso del tiempo en tanto en cuanto vamos ganando en edad. Cuando somos más pequeños lo único que nos preocupa es hacernos adultos para tener lo que consideramos unos privilegios que entendíamos como envidiables. Sin embargo, a medida que esa madurez nos alcanza nos damos cuenta de que eso que vimos como ventajas de adulto, son acompañadas de otras cosas que no percibíamos desde nuestra perspectiva de niños. Las obligaciones y las responsabilidades, propias y colaterales, nos hace, cada vez más, añorar esa etapa de la vida en que nuestro tiempo se ocupaba en cosas de menos peso. Estudiar y jugar era la rutina, una rutina que, en algunos casos, comprendía una inocencia que invitaba a creer cosas que no eran ciertas, aunque lo pareciera, a crear mundos propios en que todo era explicable y a relativizar la realidad hasta puntos envidiables desde el punto de vista de los adultos. Esta capacidad innata de no percibir según qué desinformación, de confiar en que lo más imposible no lo es y de mantener la inocencia que tienen los niños es un recurso muy positivo cuando tienen que entrar en contacto con las personas que han realizado el Curso de Técnico Superior en Radioterapia en Madrid, por ejemplo.

Casi por encima de su profesionalidad, la sensibilidad de estos profesionales hace que sean plenamente consciente de que las personas que pasan por sus manos se enfrentan a una realidad que les aterra. Saben lo que tienen que hacer, pero igualmente saben que hay muchas maneras de hacerlo y que el trato con el enfermo debe ser una parte más del proceso. Pero si afrontar el cáncer en un adulto es ya complicado, en el caso de los procesos tumorales pediátricos todo se hace más cuesta arriba, empezando, por supuesto por el propio niño.

La inocencia del joven paciente hace posible que no sea consciente de la envergadura de lo que le sucede, pero sí lo es de lo que comprende la terapia. Ese momento enfrentarse a la radiación les crea un miedo y una cierta ansiedad que el Técnico Superior en Radioterapia tiene que saber gestionar. Todos hemos visto las imágenes de salas de aceleradores lineales decoradas, con todo detalle, como si fueran naves espaciales o cavernas escenario de aventuras. Sin embargo, hay que ser conscientes de que no siempre se tienen los medios para hacer cosas así. Hace más de diez años que en un hospital británico, profesionales sanitarios se sirven de un simple hilo de colores para ayudar a tranquilizar al paciente infantil. Antes de entrar en la sala de la terapia le explican las virtudes mágicas del hilo y le animan a elegir a alguien con quien compartir esa magia. Posteriormente, le meten en la sala de radioterapia con el hilo en la mano y, sin que lo sepa, le dan el otro extremo a la otra persona. De este modo, ante la tesitura de tener que estar solo en la sala, si entra en situación de pánico le animan a dar un tirón del hilo, que será respondido con otro tirón de la persona que sujeta el otro extremo. Es una manera simple de que se sienta acompañado durante el tratamiento y no tenga tanto miedo. Un simple gesto que ayuda anímicamente al paciente a enfrentarse a su recuperación.

Normalmente cuando escribimos sobre el Técnico Superior en Radioterapia hablamos de técnicas, de equipamientos, de tipologías de tumores y demás. Pero no debemos olvidar de la parte emocional y de psicología que también comporta su trabajo. En ITEP comprendemos este como un compendio de todo ello y con esto en mente realizamos, y programamos, los contenidos que se pueden encontrar en el aula, las personas que nos eligen para formarse en esta disciplina, de modo que adquieran los valores y conocimientos necesarios, para desempeñar esta profesión una vez concluyan su proceso formativo.

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